Alas negras

Hace muchos, muchos años, me dio por hacer un retiro en un centro budista. En ese preguntarme por el sentido de la vida
Perdió la noción del tiempo; a la pequeña solo le importaba que no la pudiesen despegar del agradable calor que desprendía esa adorable monja
Arrojado al suelo como un despojo, las manos de Luis seguían pegadas a mi cuello con una fuerza sobre humana
Había llegado antes de tiempo. Necesitaba ese espacio, colocarse al otro lado de la calle
La madre la visitaba a diario. Un día, Ana se atrevió a preguntarle por su padre: - Papá no sube a verme, ¿por qué?
Mirando hacia el cielo negro, la fragancia dulce y pesada de la hierba mojada
Un tiempo eterno delante de un tazón con el caldo de muerte; sentada en la cocina
La tensión iba “in crescendo”. Atravesar el pasillo para ir hasta los despachos de las “jefas” era como nadar en un río de aguas bravas a contracorriente...

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