Hoy tengo ganas de mí:
Pies descalzos sintiendo la humedad de la tierra, mi cuerpo acariciado por la túnica que compré aquel verano loco en Ibiza (huele a mar, se deja llevar), una velita de mandarina, música con tambores de fondo y una voz profunda de mujer que canta.
Empiezo a elaborar la pócima de melocotón.
¿Has probado alguna vez las sábanas de franela? yo nunca, hasta que vine a Almería, imagina, una Tierra cálida donde el invierno se podría decir que es la primavera del norte…
Sábanas de franela hirientes por el hombre que las usa y que satisface sus deseos ocultos con putas, dejando a su mujer en el abandono,sin abrazos, sin ternura, sin escuchar los deseos más íntimos de ella.
Muchas viven así y lo normalizan… ¡ufff! Cuánto anhelo sin verse cumplido, y ellas siguen saliendo a las calles maquilladas y con tacones para ellos. Pero a ver ¿para ellos? NO.
Sé que es complejo, hemos sido programadas para ser madre/esposa pero… ¿y si das un salto cuántico?
Imagina caminar descalza, sin bragas, dejándote el pelo suelto, enredado… sumergiendo los dedos suavemente en tu sexo y usando ese perfume en cuello y pecho.
Mujer, sal así, esta Tierra también es tuya, deja que los tambores resuenen en tu vientre, que la amante
despliegue sus alas!
Cómo me gustaría ver a todas las mujeres del mundo saliendo así a las calles… con un trocito de la pócima, mis labios se humedecen como por arte de magia… los tambores me llaman.
Siempre me gustaron las sábanas de seda, su tacto… me parecen tan sensuales, dejar que mi cuerpo desnudo con olor a almizcle se resbale por ellas…. entonces imagino a un hombre en mi cama, de piel suave,buen olor (evidentemente no hay perfume que camufle a un depredador por mucha colonia que se ponga, ya no) hablo de ese olor a vino muy rojo que es capaz de bajar suavemente con algo de madera y cereza dulce, me desvela que lo reconozco, ya he vivido con él vidas pasadas… otro trocito de melocotón sugerente a mis labios….
Olor inconfundible, su piel también y los dos entrelazados en sábanas de seda…, siento su fuego, su prisa, no puede esperar más, le ayudo a que sostenga ese ímpetu de soltarse dentro de mí, una mirada le dice, espera, el placer aún será mayor…se deja llevar por mis manos y mi boca, le excita, mis colmillos se despiertan, siento el palpitar debajo de su cuello, mis uñas quieren apretar su espalda.
A pocos les gustan salvajes. ¿Cómo dominarlas? Ellos las prefieren sumisas, tiernas… en su casa, claro.
Y el pastelito de melocotón otra vez a medias, quizás me falta su versión de los hechos. Me parece justo, he dejado que ese hombre entre en mis sábanas de seda.
Como una onda expansiva, la pócima de melocotón llega a otras mujeres, los desayunos en las cafeterías que sólo servían para engordar el ego, se han convertido en miradas cómplices de un secreto.
joana P