Falso poder

Falso poder

En la sombra de un falso poder permanezco. Quieta, angustiada, haciéndome pequeña, y aunque mis ojos empiezan a ver, no comprendo para qué sigo aquí.

Ya empecé a cortar la tela de araña y con medio cuerpo fuera, hoy siento, que sigue atrapándome lentamente de nuevo.

¡Qué gran artífice quien la tejió sobre mí!, el pecho se contrae y un dolor en el costado aparece de nuevo si pienso en denunciarlo.

A veces recupero mi fuerza, pero el tintineo de las llaves y la ligereza de la cerradura abriéndose, la desvanece tan rápido que me paraliza.

Mi casa embutida en un trastero…miro la maleta en la puerta, no deshago nada, vuelvo a guardar lo que uso. Ahí lleva un mes, desde que volví de Barcelona por Navidad. Quizás esperar es el camino, quizás salir por esa puerta definitivamente, pase lo que pase, sea la solución.

Falso poder repitiéndose en mi mente como un mantra, me desvela una verdad, ya nada me atrapa aquí. ¿Y qué hago con la necesidad imperante de tener un trabajo para poderme pagar un techo?. 

La denuncia me permitiría salir de aquí y seguir mi recuperación como víctima pero …uff! Cuánto me cuesta dar este paso.

En la sombra hace mucho frío y los músculos se agarrotan, un olor seco que hiere la nariz, la ansiedad en aumento, no hay calor que me reconforte. Una triste mirada y el recuerdo que viene a la mente de una navaja afilada con la que cortarme y acabarlo todo.

Me pregunto si la tela de araña y él son lo mismo.

Aixxx querida tela de araña, tan bien tejida que te has colado en lo más profundo de mí. Si supieses lo que haces, creo que tú misma te desintegrarías en una fracción de segundo y me dejarías libre para siempre, a mí y al resto de las mujeres de este planeta. Pero no lo sabes, ni lo sabrás, tú eres tan víctima como yo. A ti te crearon para envolver y hacer prisioneras. A mí… para someterme y dejar de ser yo misma.

No me das lástima. Eres sintiente como yo, te perdono, sí, te perdono y te corto.

Cortarte a ti, instrumento de calvario y castración, es mil veces mejor que dirigir la navaja hacia mí. 

¡Ojalá el aullar del viento, traiga gritos de guerra! ¡Ojalá traiga más dignidad para mí! un lugar suave, cálido y seguro, donde guardar la maleta ya vacía y entregar las llaves de ese trastero.

Y aunque él desaparezca de mi vida, esta guerra sólo habla de mi libertad interior, nadie puede lucharla por mí ni para mí.

Una guerra amarga, en la que soy invisible para el mundo. 

Me miro al espejo y siento sus huellas en mi rostro seco.

Mi cuerpo emana un olor dulce parecido al pan recién hecho, el frío de las montañas nevadas junto al mar y la voz de Manuela resonando dentro de mí diciendo:

joana esto es un proceso y requiere su tiempo.

joana p.

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