Con el corazón encogido y permitiéndome soltar toda la tristeza acumulada en este último año, decido tomar un respiro.
Continuamente me digo:
- Sarah has luchado por sobrevivir. No tenías otra opción, eras tú o él.
Algo llama desde mis espaldas, ya no tengo miedo.
En Barcelona estoy segura, el dispositivo de la orden de alejamiento no pita, así que no corro peligro.
Pero…
¿Qué es eso que siento detrás de mí?
La incomodidad en mi cuerpo toma toda su presencia y me obliga a dar la vuelta.
Las cajas acumuladas en el pasillo empiezan a desvanecerse, ya no son importantes, solo puedo ver una.
Hipnotizada, me dejo arrastrar hacia ella.
La abro y mis manos solo quieren amasar la montaña de fotografías y postales que cobija.
Hace tiempo que he aprendido a dejarme llevar por mi instinto.
Así, orgullosa por el camino recorrido, juego con esas fotografías.
Entre tantas, una parece que no quiere despegarse de mis manos.
La chica rubia sosteniendo un cigarrillo y una melena salvaje, hablan de hacer lo que le da la gana, mira desafiante el camino.
Con una capacidad brutal por abstraerse de todo y de todos, deja de importarle su hermano haciendo peripecias con unos zancos.
Y la voz incansable de su mejor amiga empieza a tomar el silencio deseado.
Atrapando solo la quietud del bosque que la rodea.
Así es ella, salvaje como el viento, con una mirada que magnetiza a cualquiera que se ponga por delante.
¿A cuántos les gustaría poder sentirse como esa chica?
Mirar con confianza a través de lo invisible y traspasar cualquier barrera para conseguir lo que más desea en este mundo.
Su libertad.
Sarah en esa foto lo tenía todo. Y cualquiera que se acercase a ella podía recibir ese alimento tan preciado: hacer lo que quiera y cuando quiera.
Así era yo.
¡Cuánto ha llovido desde entonces!
Todo lo que he pasado para regresar al origen: volver a notar el viento salvaje en mi corazón, alentándome para emprender un nuevo camino.
Ya no tengo miedo.
Ésa de la foto ha vuelto.
Ese viento salvaje siempre ha estado aquí conmigo, lo había olvidado.
He buscado tantas veces el amor fuera, creyendo que alguien podría rescatarme y ahora con esta foto en las manos, recuerdo que ya lo tenía.
Un amor hacia mí misma rellena espacios dolorosos.
Aquella Sarah desafiante capaz de apagar las voces y las compañías cuando no le interesaban, con un chasquido de sus dedos está aquí de nuevo, para ver a través de lo invisible lo quiere del mundo.
Y con mucha ternura vuelvo a mi nuevo salón, una oscuridad luminosa es ahora mi aliada.
Sé que la ha traído esta foto.
Sin más, la coloco en esa pared vacía, va acompañarme un largo tiempo.
Tiene una misión: recordar quién soy.
Recordar ese viento salvaje que me acaricia.
No estoy sola.
Me tengo a mí.
joana p.